04 marzo 2009

Entrevista/ Horacio González


Entrevista a Horacio González

Monstruos, escándalos y miedos de época

En esta entrevista el ensayista y Director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, analiza cómo influyen las prácticas discursivas y las políticas económicas en la construcción de nuestra cultura, la cual parece estar nutrida por producciones originadas desde la llamada sociedad del conocimiento. Además, nos ofrece su mirada siempre lúcida sobre fenómenos como la violencia y la proyección hacia futuro de la realidad política de nuestro país.

Por Conrado Yasenza

- ¿Cómo influyen las prácticas discursivas del poder político, las cuales atraviesan el entramado cultural de nuestra sociedad, y cómo repercuten las políticas económicas, es decir, cómo se organiza una cultura desde las premisas de una economía de mercado cuya directriz es la industria cultural ?

- No es fácil responder hoy que es la “cultura”. Desde las famosas especulaciones de los años 40 sobre la “industria cultural”, no parece ahora haber otra cosa que esto. Quizás no hay que decirlo con el mismo tono pesimista de entonces, cada uno dispondrá de su propia visión espiritual del fenómeno. Quizás no hay economía sin industria cultural y aquella es posible que sea en algún momento un elemento interno de ésta. La industria cultural será así una verdadera fábrica de hombres, símbolos y consumos. Por supuesto, habrá “alrededores” y “barrios alejados”, que mantendrán un lenguaje de singularidades, renuente a la homogenización. Pero nunca cesará el juego entre esos dos campos, el mayoritario de la industria cultural y las economías del capitalismo en crisis, en interrelación con los lenguajes “no integrados”, que vivirán en distintos grados el drama de su integración, así como partes del macizo central de la industria cultural podrán ser tomadas por experiencias de vanguardia que a su ver sean integradas en el futuro, para revitalizar el sistema. Los gobiernos serán tentados también a formar parte de la industria cultural-económica, o a ser desestabilizados por los públicos organizados por la industria cultural, con sus distintos grados de consumo. Estos consumos serán las tramas que permitirán deducir las nuevas doctrinas del sujeto, la ciudadanía y el reclamo de orden. En este cuadro, las izquierdas deberán definir una posición más nítida en relación a cómo piensan e interpretan esta industria cultural, que también incluye ámbitos de compulsa moral y denuncismo, que en muchos casos empalman con necesidades políticas de expresión de los grupos marginales al sistema político, reclamados muchas veces como “pigmento denuncista” por las industrias simbólicas del poder central. El problema es complejo. Personalmente, no siento interés en interpretar artística o políticamente los medios provenientes de la industria cultural a veces llamada “sociedad del conocimiento”. Más bien creo en una crítica adecuada a este concepto, como en algún momento se criticó a la “acumulación de capital” o al “fetichismo de la mercancía”.

- ¿Qué relación existe en la actualidad entre periodismo, conocimiento y cultura?

- Precisamente, como decía antes, en un punto de intersección entre esos tres aspectos, se sitúa el concepto de “sociedad del conocimiento”, que significa un reemplazo de la idea de cultura por la de información, y el conocimiento mismo por una serie de acciones regladas provenientes de un canon del tipo “second life” o de una tecnología de subjetivización comunitaria tipo “Myspace” o “Facebook”, hoy proyectos que tienen mucho de juego y simulación comunitaria, pero potencialmente proveedores de modelos futuros de sociabilidad virtual.

- ¿Y entre Información y Cultura o saber?

- Pienso que la idea clásica de saber, anterior a Foucault - que también la arrinconó como un capítulo interno del poder- debe ser preservada.

- ¿Cuál es la lógica de los mass medias en cuanto al tratamiento de la información, por ejemplo en temas como el conflicto gobierno-campo, o la estatización de Aerolíneas, el caso Antonini Wilson, tarifas en servicios públicos, etc?

- Hacen cosas que escapan a la autoconciencia posible. Los medios no son planificables por voluntades ajenas a lo que su propia trama tecnológica indica como voluntad interna de ellos mismos. Como decía Godard, las decisiones de cámara y relato, que son la retórica movilera en general, toman decisiones “no centralizadas” pero universales, respecto a los comportamientos sociales en general. Punición y sensiblería son sus artificios. Los gobiernos son todos dudosos, pues deben solucionar su autosustentación política con medios financieros previsibles pero sigilosos, sobretodo si no tienen alianzas mediáticas fuertes, en una época donde los medios llevan su consumo cultural a la cuestión decisiva de la investigación de las acciones sigilosas de los gobiernos, existentes precisamente porque los medios se sitúan en posición de examinar toda la institucionalidad política para condicionarla. Mass media que satisfacen el hedonismo popular para conocer “el secreto” y el viejo artificio del “secreto de Estado”, son complementarios y simétricamente opuestos. En esos parámetros se entienden casi todas las luchas políticas de actualidad.

- ¿Y cómo observa el fenómeno de Internet y su relación con la difusión de ideas culturales? ¿Tiene alguna posición tomada frente al auge de blogs y revistas digitales?

- Querido Conrado, ya dije bastante sobre ese tema, y no soy contrario al blog y otras yerbas. Me pregunté siempre por el destino de la escritura y la subjetividad literaria con los modelos de expresión del blog. De ello mucho quedará respecto al uso más entrecortado y nervioso del lenguaje, como mucho quedó en las artes visuales luego de la revolución del “videoart” de los años 60. En cuanto a Internet, la acepto tácticamente. La humanidad ha producido mejor intercontactos en cualquier momento de su via crucis, que lo que intenta computar internet con sus millones y millones de pulsaciones diarias. Resume y al mismo tiempo desmembra el horizonte de la civilización compartida. Lo hace con su alma infantil, de comic y plaza domingera con copos de maíz. Está toda la cultura disponible, pero esa disposición tiene una gran inercia. Como no la tuvo la Enciclopedia de Diderot. Quizás, en combinación con nuevas experiencias políticas enriquecedoras, se convierta alguna vez en un tejido de mayor historicidad, ya que ahora se luce espacialmente. Como una vía láctea de contornos difusos, planos e inabarcables.


- ¿Cuál es su visión sobre la actualidad política del país y su proyección a futuro teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos en torno al conflicto campo-gobierno y la crisis económica o financiera norteamericana?

- El gobierno puede salvarse si retoma un lenguaje más claro respecto a que su enemigo es una nueva derecha, pero para ello debe definir sus propias fuerzas, que hoy en muchos casos comparte con sus mismos enemigos. Situaciones complejas como ésta, en tiempos de democracia, no son fácilmente recordables. Es fácil denunciar las deficiencias ostensibles del gobierno. Menos fácil será que en el futuro, alguna fuerza popular legítima llegue siquiera a tener frente a sí el conjunto de disyuntivas que atravesaron a este gobierno, muchas veces muy mal definidas. Pero si sobreviene la restauración conservadora una pregunta que todos deberán hacerse es si analizaron correctamente las vicisitudes paradojales, todo lo oscuras que se quiera, que debió atravesar este gobierno, cuyas acciones le granjearon todos los enemigos que era posible tener en los sectores tradicionales pero no los defensores que hubiera merecido en los sectores populares, sobre todo en los públicos medios tomados por las grandes maniobras mediáticas, que no son necesariamente “manipulaciones” sino indefinibles trazos surgidos de los miedos de cada época.

- ¿Debe el gobierno retomar temas de suma importancia y aún pendientes como la inflación, la pobreza, el Indec, la redistribución de la riqueza?

- Obligatoriamente y ya. Son temas de distintos niveles y alcances, para los que no alcanza lo hecho o pensado hasta ahora.

-¿Qué significa hoy el Peronismo? ¿Es un territorio de la cultura popular o responde más a una estructura orgánica vinculada al Justicialismo?

- Es curiosa su permanencia, pero ya se parece al poder de adaptabilidad de los medios de comunicación. Su uso es una “suma cero”, es invocado de un modo multivariado y significa ahora el poder de invocación total e inerte. Existe en extensión, fraccionamiento e inercia, pues es una maquinaria de incesante poder de exposición y autoanulación. El gobierno la necesita pero es también su sepulturero. Deberá surgir un nuevo nombre para las fuerzas populares que sobrevengan.

- Para Finalizar, ¿cómo analiza Usted el fenómeno de la violencia instalada en nuestro país, con fenómenos que van desde robos con asesinatos, secuestros y hasta narcotráfico?

- Son las formas productivas de la ilegalidad, que han superado los niveles del juego habitual de transgresiones que toda sociabilidad contiene, para convertirse en economías paralelas e incluso en industria cultural. Las formas de combatirlas reproducen su misma lógica. Como es materia nutricia de los medios de comunicación y de su poder de admonición hegemónico, también hay que estudiar políticas que incluyan este tema. Se impone un gran acuerdo entre instituciones críticas (incluyo la universidad), los parlamentos y gobiernos, las empresas que garanticen ajenidad al mercado de la ilegalidad y los medios de comunicación (que llaman “investigación” muchas veces a la reproducción de lo mismo que dicen combatir), un acuerdo para definir la productividad de la ilegalidad, sus alcances y formas de sociabilidad, para limitarla con imaginación y no con primitivismo moral, represión y llamados a la cruzada de los escandalizados. La ilegalidad es una categoría interna de la ley. Analizar esta circunstancia en una nueva legislación y con nuevas actitudes políticas puede llevar a escandalizarnos menos y a actuar con mayor responsabilidad y creatividad.

Febrero 2009

Por Conrado Yasenza

La Columna Grande/ Crítica a la razón peronista

CRITICA A LA RAZON PERONISTA

Escribe Alfredo Grande

Especial para La Tecla Eñe digital

es difícil acertar; mejor es procurar que los demás se equivoquen” (aforismo implicado)


Un discurso siempre es merecedor de análisis crítico. Dicho en otros términos: ser pasible de critica asevera que se trata de un discurso. Si así no fuera, estaríamos en presencia de una producción delirante, cuyo sentido se cierra sobre sí misma. Si bien es cierto que en todo delirio hay un núcleo de verdad, también es cierto que el acceso a ese núcleo tiene riesgos de diferente tipo. El destino de todos los herejes, impíos, traidores y otros anatemas, ha sido el de intentar perforar el delirio llevando ese núcleo de verdad a la superficie.
Hablamos entonces de pensamiento crítico en su acepción de cuestionador, develador, descubridor, de aquella inconsistencia que toda razón-historia oficial obtura. La Racionalidad se sostiene siempre en una afirmación de completa coherencia. Línea de roce, de cosquillas con el delirio, pero siempre manteniendo cierto hiato, aunque pequeño, existente. Pero la Razón no entiende las razones del corazón. Afirmación del poeta que no puedo menos que compartir. Si por “corazón” entendemos ese exceso no capturado por la racionalidad hegemónica. Al menos, no capturado para siempre, al menos, no capturado sin esperanza de liberación. La Razón Peronista se impuso como Razón de Estado, al menos desde 1943. Juan Domingo Perón, Cámpora, Maria Estela Martínez, Carlos Saúl Menem, Adolfo Rodríguez Saa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández han sido en diferentes circunstancias Jefas y Jefes del Estado. Una humorada del General ante un periodista extranjero lo llevó a decir: “ah no, peronistas son todos”. Cuando la parte y el todo coinciden, la hegemonía está consolidada. Un Todo Peronista es una Racionalidad Política que no admite fugas por derecha ni por izquierda. La denominación más habitual de este Todo es “Movimiento”. Funciona como definiera hace décadas la teoría de la comunicación como “cerco de goma”. Sus fronteras se extienden, se estiran, incluso pueden tomar formas en apariencia incompatibles (bonasso-rico) Pero el movimiento tiene una capacidad de lo que hoy algunos denominan resiliencia. Este concepto, que en salud mental tiene a mi criterio la marca de cierto endogenismo reaccionario, me parece interesante para pensar la tozudez histórica del peronismo. Uno de sus recursos me trae a la memoria los diferentes nombres que utilizó el filósofo Soren Kierkegard al publicar sus libros. Veamos: peronismo, justicialismo, camporismo, isabelismo, menemismo, adolfismo, duha-aldismo, kirchnerismo. No me atrevería aun hablar de “sciolismo” pero nunca se sabe. El sostenimiento de la Razón Peronista no es ajeno a estos deslizamientos del significante. Sus efectos prácticos son indudables: posibilidad de criticar al menemismo, sea ese el caso, sin por eso quebrar la Racionalidad que lo sustenta. Poder criticar al kirchnerismo sin por eso quebrar la Racionalidad que lo sustenta. Aunque he cometido, sino el peor, un pecado de lesa escritura. En realidad, en la Racionalidad Peronista no hay espacio para la crítica, pero es un cultivo permanente de reproches. Kunkel no estuvo dispuesto a investigar la participación de Juan Domingo Perón en la organización de la temible triple A. No hay critica de la Razón sin investigación. La Racionalidad de la generación espontánea de vida fue demolida por la persistente investigación de Pasteur. Quizá el General nada supiera, pero prohibir la investigación sólo es prerrogativa de los príncipes de la iglesia católica. Y entonces la cosquilla con el delirio se produce cuando la Racionalidad toma la forma de la ideación religiosa. Y nadie puede reprocharle nada al Papa, ni siquiera al actual, aunque presenta evidencias de un nazismo clínicamente demostrable. Habrá que esperar que el Dr. House lo diagnostique? La fórmula que se me ocurre es que al mismo tiempo que la Razón Peronista impide toda crítica al General, propicia todo tipo de reproches entre los peronistas. Muchos de esos reproches terminan mal porque empiezan peor. El reproche es el envés del enamoramiento, como hace décadas describieron Isidoro Berenstein y Janine Puget. La forma más brutal del reproche es el exterminio, en donde aquello que no se tolera del otro, encuentra en la eliminación del reprochado la más cruel de las soluciones, siempre finales. Cuando algún liderazgo decanta en cierta hegemonía, el reproche da un paso al pasado y retorna como nuevo enamoramiento: los recontra-alcahuetes. En la actualidad, diferentes formas de reproche a la transversalidad y al frente para la victoria, dio un paso al pasado y la racionalidad peronista vuelve a enamorarse del PeJota. Todos estos mecanismos son intrínsecos a la Racionalidad Peronista, y las eventuales supremacías ni siquiera ameritan “internas”, porque siendo una racionalidad hegemónica, la interna derrapa en la externa. Por ejemplo: en la provincia de Buenos Aires antes del “sciolismo”, los tres senadores elegidos fueron peronistas, aunque en las circunstancias aparecían como candidatos de “partidos” diferentes. El reproche es la versión tanática de la crítica. Siempre me parece falaz la aclaración “crítica constructiva”. En tanto crítica, no puede menos que construir una nueva perspectiva. La crítica no constructiva es el reproche. Descarga mortífera sobre el otro, sobre los pensamientos del otro, sobre la vida y obra del otro. No esta de mas recordar que es la modalidad de toda racionalidad represora, desde la genocida hasta la más amable de las democracias tutoras o encargadas de la supuesta soberanía popular. La exclusión de Rulli de Radio Nacional es uno de las últimas evidencias de esta modalidad reprochante y castigadora. Cuando la Racionalidad siente que puede perder hegemonía, cuando los reproches hacia adentro siempre necesarios, ya no son suficientes, queda el último recurso. El más peligroso. Los reproches con diferentes intensidades, son dirigidos hacia ese afuera que la racionalidad no incluye. Y no solamente el afuera que nunca estuvo adentro. En el caso de la Racionalidad Peronista, la oligarquía y sus cómplices de capas medias. También hay un afuera que estuvo adentro y se fue o lo fueron. Me refiero a la izquierda peronista y a la profecía combatiente de una Patria Socialista. Es obvio que la sangre no fue derramada para una Patria Capitalista Seria. Por eso, cuando muchos puntos de inconsistencia de la actual Racionalidad Peronista denominada “kirchnerismo” son evidencia diaria, glaciares mas, tarifas menos, aparecen voces que responsabilizan, reprochan y culpabilizan del eventual fracaso de esta gestión presidencial (del continuum néstor-cristina-) a los que desde afuera no apoyan lo suficiente. Un historiador como Galasso, de méritos intelectuales que yo al menos admiro, lo escribió recientemente. La inconsistencia actual de la Racionalidad Peronista no tiene que ver con un adentro contradictorio, incluso incompatible, sino con un afuera no suficientemente seguidor. Y entonces toda legítima crítica por izquierda, por ejemplo los documentos de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, pueden ser asimilados a reproches por derecha, por ejemplo, los engendros rentistas de la Mesa de Enlace. “Si triunfo es porque soy bueno, si fracaso es porque los demás son malos” puede ser un axioma que en los actuales tiempos no prometen el necesario espacio abierto para que se despliegue la crítica a todas las formas de la racionalidad.

Febrero 2009

EL Damero/ Los símbolos en la construcción y el uso del poder - por Rubén Drí

Los símbolos en la construcción y el uso del poder

Por Rubén Dri*
( para La Tecl@ Eñe)

El ser humano es sujeto y, en ese sentido, una totalidad que se mueve por la contradicción dialéctica entre práctica y conciencia, práctica y teoría, práctica y crítica. Ello significa que es un ser esencialmente creador, en la medida en que la práctica es creación. No es un ser que además de ser, crea, sino que el acto de al creación lo constituye esencialmente. Es un proceso de creación.

Para entender el proceso de creación en que consiste el sujeto, o sea, el ser humano, menester es tener presente que no hay una práctica que se conecta con la conciencia como si fuesen dos momentos separados. No hay una práctica que no sea al mismo tiempo consciente, como no hay una conciencia que no sea al mismo tiempo práctica.

Práctica y conciencia, práctica y teoría, se dan al mismo tiempo, en el mismo momento, sin la posibilidad de separar una de otra. Son dos momentos dialécticos y, como tales, inseparables. Si se diese primero una práctica y luego la conciencia, en realidad, lo que se creyó que era práctica, no era tal, sino movimiento mecánico al que no habría manera de transformarlo en práctica, o sea, en creación.

El sujeto es un proceso de creación que es al mismo tiempo autocreación. Ello significa que el momento de la creación conlleva, además de la dialéctica creación-conciencia, la dialéctica de creación-autocreación. El crear es al mismo tiempo crearse y el crearse es al mismo tiempo crear. Pero es claro que no se puede crear sin poder hacerlo. Ahora bien, este “poder hacerlo” no es algo simplemente innato, o mejor, no se encuentra desarrollado en el sujeto desde su nacimiento.

Ello quiere decir que el proceso o movimiento de la creación es, al mismo tiempo, movimiento del desarrollo del poder. Es por ello que el concepto del sujeto como proceso de creación debe completarse con el concepto de que el sujeto es el movimiento del ponerse a sí mismo. Uno se pone frente a otro, el empleado se pone frente al patrón, el desocupado ocupa la calle poniéndose frente a la sociedad que lo ha depuesto o, en otras palabras, que lo ha arrojado como un objeto inservible.

Creación y posición, o crearse y ponerse, conllevan siempre el otro momento, el de la conciencia. Ésta se expresa en el lenguaje, de modo que práctica y lenguaje son dos momentos inescindibles del sujeto. Cambiar la práctica significa al mismo tiempo cambiar el lenguaje y viceversa, y cambiar ambos significa cambiar la realidad, porque ésta no es otra que la que está constituida por los sujetos en sus relaciones intersubjetivas, sociales, económicas, en una palabra, políticas.

El lenguaje es, pues, la expresión del momento de conciencia de la práctica. Ahora bien, el lenguaje en la expresión del significado de la conciencia, se condensa en los símbolos. Éstos son momentos fuertes de la conciencia y, en consecuencia, de la práctica, es decir, de la realidad. El símbolo “condensa” en sí mismo una serie de significados de la conciencia, “une” momentos heterogéneos, dándole un significado preciso y orientando la práctica en un determinado sentido.

Toda lucha política es una práctica confrontativa de sujetos colectivos que pugnan por prevalecer. Los sujetos colectivos “se ponen” unos frente a otros y en este ponerse, o sea, en esa práctica confrontativa, se moviliza la totalidad de práctica y conciencia, práctica y lenguaje. La lucha no se da sólo a nivel de la práctica, pues ello es imposible, dado que la práctica conlleva siempre y esencialmente el lenguaje y con él, los símbolos.

La lucha, pues se desdobla en práctica y lenguaje, práctica y símbolo. La victoria o la derrota se da en ambas orillas del desdoblamiento. En la lucha, por ejemplo, de las corporaciones agrarias en contra del gobierno, las movilizaciones, los cortes de ruta y otras acciones, muchas de ellas sumamente violentas, las corporaciones nunca se presentaron como tales, sino como “el campo” y éste, a su vez, identificado con “la escarapela” y “la patria”.

Con el concurso de los grandes medios de comunicación, la mayoría de los canales de televisión y los grandes diarios como la Nación y el Clarín, las corporaciones dieron la batalla cultural, imponiendo esos símbolos, que esconden enormes contradicciones y opresiones como las de los peones rurales que trabajan de sol a sol por una paga miserable, los niños señaleros para la fumigación de la soja, condenados desde chicos a sufrir el cáncer, la expulsión de los pobladores nativos para la expansión de la soja y otros males.

El 19-20 de diciembre de 2000 estalló una de esas grandes puebladas que desde 1945, más o menos cada 30 años se producen en nuestro país, dando por terminada una etapa histórica y el comienzo de una nueva. Es en esas puebladas donde se plantean los grandes problemas que la sociedad deberá resolver en la nueva etapa. Esos problemas se condensan en determinados símbolos.

Uno de los problemas más angustiantes y dolorosos que nos había dejado la dictadura militar genocida y que no había encontrado camino de solución en los diversos gobiernos democráticos, es el de los Derechos Humanos. Son los diversos organismos de de derechos humanos quienes los enarbolan, enfrentado a la misma dictadura militar genocida.

Es la pueblada del 19-20 de diciembre la que los pone como agenda para cualquier gobierno que, a partir de ese momento, quisiese tener el poder suficiente para encarrilar la reconstrucción de un país destruido por la dictadura genocida y el aluvión que significó la imposición del más descarado neoliberalismo en la década del 90. Con el gobierno de Kirchner los Derechos Humanos pasaron a ser uno de los símbolos fundamentales de la construcción de poder.

El símbolo, condensación del lenguaje, conlleva su práctica. Las leyes de obediencia debida y Punto final son quitadas de en medio, los genocidas comienzan a ser juzgados y condenados, con muchos obstáculos y deficiencias, menester es decirlo, pero lo importante es que se dio un paso del que ya será muy difícil volver atrás. Los Derechos Humanos pasan a ser un símbolo denso, profundo que, desde los juicios a los represores pasan a filtrarse en todos los resquicios de la sociedad, cuestionando la pobreza estructural, la desocupación, el trabajo infantil, la violencia de género.

Ello no puede extrañar en la medida en que el símbolo es un momento de esa totalidad que es el sujeto tanto individual como colectivo. Es cierto que el símbolo contiene una dialéctica interna cuyos dos polos contrapuntos son el símbolo propiamente dicho y el fetiche. El momento simbólico puede ser desenganchado de la práctica y funcionar entonces como fetiche. En lugar de ser un momento de la práctica creadora se vacía de contenido y se vuelve en contra de sus mismos creadores. Es lo que pasa en tantos símbolos creados por el peronismo que, en manos de la derecha, se han vuelto en contra la práctica transformadora que estuvo en sus orígenes.

En nuestra práctica por al transformación liberadora de la sociedad no puede faltar la batalla cultural, en la cual los símbolos ocupan siempre un papel fundamental. La derecha en sus variadas expresiones sociales y políticas, en estos momentos está dando esa batalla a través de los grandes medios. Los militantes de los sectores populares no pueden estar ausentes en esa lucha.

Buenos Aires, 22 de fenbrero de 2009

* Rubén Drí es profesor e investigador de filosofía en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Acaba de publicar en carácter de coordinador el libro 'Símbolos y fetiches religiosos en la construcción de la identidad popular: San Cayetano, La Virgen Morena, El Gauchito Gil, Gilda, San La Muerte' (Biblos).

El Damero/Belleza,paradojas y perversión - Por Vicente Zito Lema

Belleza, paradojas y perversión
Por Vicente Zito Lema
(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Maurici Nizzero

Las nubes, ardiendo veloces hacia los púrpuras del alba; las nubes y las melodías plácidas del azul en los follajes de luz que levanta el ocaso... Es una armonía que estremece, enfrentada sin treguas, hasta el horizonte, con la basura y el hedor de los cadáveres que engendra en la tierra una sociedad que vive en pos de la basura y de la muerte, cerrando sus ojos frente a los espejos que le ofrece el murmullo de las aguas...
Allí las nubes, acarreando sin fatiga belleza para las almas. Aquí la sociedad, sostenida sobre las espaldas del dolor; acumulando riqueza para la riqueza y pobreza para la pobreza,
sin distinguir, en la voracidad de la usura que todo lo corroe, el oro de la carne podrida, las cajas de seguridad de los cajones de manzanas blanqueados a la cal, con que se entierra a los angelitos que el diablo del hambre se llevó -¡tremendo! ¡tremendo!-, en la oscuridad del oscuro... más oscuro cielo...

Las nubes, siempre las nubes, la perfección de su misterio que nos sobrecoge, que arrima alegría a los labios, claridad en las miradas, verdad sobre el corazón... La belleza, acumulada en el regazo de las eternas nubes, también socorriendo el devenir de la conciencia, el apetito de las mañanas celestes...
Las nubes, su gloria inocente pero implacable, que desnuda el orden del cielo y de la tierra, que pone las cartas boca arriba...
Las nubes, la belleza del consuelo en los ojos de ese niño y de esa mujer vejados, por esto o por aquello, porque alguien tiene que pagar...
Las nubes, el rigor de la memoria abierta, siempre abierta, rasgando la noche de los hombres que llevan en su frente la marca del poder, como ayer la de la bestia...
Las nubes, el silencio rojo de las nubes, para que los hombres que deciden a punta de pistola, o a puertas cerradas, el número de vivos, el número de muertos, y como se vive, y como se muere, ¡den cuenta!, ¡den cuenta!
Las nubes, su andar perfectísimo, como las vísperas de un juicio perfectísimo...
Para que los hombres de sombra sombría, que decidieron en un arrebato funesto, en su impunidad sin límites, prender fuego a los viejos dioses del amor, lloren; en el temor ante su vecina muerte, lloren...
Desesperados, acorralados, aferrados a la oscuridad...
Con las manos apretadas contra el pecho de su odio, jadeantes...
Jadeantes, alzando sus ojos del temblor maligno hacia las nubes, que pasan y pasan, indiferentes, que nunca dejan de pasar...

Igual que bailarinas, las nubes en su gracia, mientras aquellos hombres de boca maldita claman por una piedad que no mostraron, por ese amor que jamás les preocupó, en el principio de la desolación, acorralados por la mirada del olvido...

¡Qué; imaginaban que matar a los sufrientes de todos los días era moco de pavo!
¡Qué; sentían que esclavos, siervos de la gleba, carne para la mita, almas hundidas en los socavones, proletarios sin trabajo, fugitivos de las hambrunas, uno a uno y día a día iban a poner su cuello en la horca hasta el fin de la fiesta...!
¡Qué de los viejos dioses! ¡Había que llenar el vacío de sus muertes con pasiones alegres! ¡Pasión y no pavor! ¡Delicias de los cuerpos poniendo la noche estrellada boca abajo!
¡Aquellos hombres que sobaron los caballos del poder, jamás amaron! ¡Los cielos de las pampas -sin gasas, sin gasas-, dan testimonio!
¿O fue por amor que soltaron la mano de ese niño? ¡Estaba en alta mar! ¡Venía de las tierras pobres, venía de las tierras conquistadas y empobrecidas, llagadas y envilecidas, hostigado hasta enloquecer por la sed y la búsqueda de comida...! (Soñaba que era una fiera y que un Dios muy antiguo y muy dulce le besaba la boca... y ya no tenía miedo, ni dolor...)

Nubes, nubes... Un cuerpo sin malicia, despertando en el sopor de la madrugada, poniendo un paño de agua fría sobre la frente de quien suspira, balbucea y después grita,- ¡estremecido! ¡estremecido!-: No me maten: soy un ángel...
Lo han perseguido, lo molieron a palos. Lo han violado desde antes de nacer.
Sus ojos desaparecen entre la lluvia que llega, traspirado igual que un muerto, un muerto que amó, con fuertes sollozos a la manera de los cuerpos vivos en la vida, a la manera de los dioses que descubrieron la eternidad... A la manera de los pobres que al fin mueren de tanto morir.


¡Esas nubes...! ¡Allá van esas nubes...! ¡Parecen ráfagas de muerte y son delicias de vida...! Ungiendo en la luz, después de la tormenta y su penumbra, una frágil certeza que ansía ser: existe la belleza... Aunque jamás una gota de rocío se deposite en la palma de la mano, esa mano se abre hacia las nubes, esperanzada, -oh, nubes, nubes del abandono del cuerpo- en la agonía de la cruz... En la perpetua agonía de la pobreza...

La sagrada belleza de las nubes ocurre en un espacio superior de la misma belleza: los cielos. Cielos de permanente ser y ocurrir, palidísimos, descarnados hasta correr el velo de su inmensidad...
Tanto la belleza de las nubes, incansable en sus idas y venidas, su aquí para allá, como la belleza del cielo, que estuvo en el inicio de la vida y nos recogerá en su seno, igual de inmóvil para el ojo humano, en el fin de la muerte, puros y resucitados porque nunca estuvimos muertos, son la Belleza que augura el descubrimiento de la verdad, y permite en su buenaventura poner freno al suicidio y a la resignación, a la hora de la mayor tristeza...
Cuando pareciera que nada nos espera para ver y oír... Cuando queda al desnudo la raíz de un sufrimiento tan vasto, tan extendido por las tierras de la pobreza, que el poder, responsable del acontecimiento atroz (en la tradición del victimario que marca al hierro su dominio sobre el cuerpo y las cosas que prolongan el cuerpo de la víctima), ya no puede ocultar, trasverter, negar. Se dice: ¡Salta a la luz!

También se dice, y obra en el imaginario social, que el poder viene del mar, de las cavernas, y acecha en el fuego del infierno...
La historia, a su vez, se obstina en recordar a un poder instituido en nombre de Dios, del Padre, de los usos y costumbres, de las leyes que aseguran la propiedad como si fuera un sepulcro sagrado. Un espacio de absoluta privacidad, donde no entran el cielo, las nubes y
menos aún la belleza...

Así como el poder rechaza con arte y malicia la belleza –esa belleza que desnuda lo que el poder tapa–, por igual niega que el sufrimiento general sea la consecuencia necesaria de un sistema violento de reproducción material de la existencia. Ese sistema, esa violencia, y ese consumo como ardid que representa la vida, caen sobre el sufriente con una determinación cruel, que excede al destino, a la naturaleza, a la ira o al despecho de los dioses. Va en razón directa a las relaciones de fuerza, se nutre en el miedo, la debilidad y la sumisión. No hay aquí desgracias personales ni azarosas, sino un conjunto minuciosamente organizado de actos del mal.
Con la misma intención de correr apenas unos metros el muro de la historia, y afirmar que una sombra fantasmal es ahora el mundo real de las luchas que construye el discurso de la historia, el poder (desde el centro a la periferia, con decididores y lacayos...) proclama como legales y deseantes los actos del bien: en esencia el gozo público, común y pacífico de los bienes espirituales y materiales, la puesta en acto de la dignidad humana.
Hoy y aquí, como en los viejos tiempos, el poder no sólo se organiza para la guerra, sino que después de sus victorias devora el corazón del caído, se apropia, para destruirlas mejor, de las causas que eran la razón de su existencia.
La paradoja es cruel: quien cuida con más empeño a las ovejas es el lobo...
A su par, la perversión será sistematizada. Nada ni nadie escapa de la vista y control del poder. Hay una tarea y se cumple: paralizar las conciencias y agobiar con el miedo la voluntad; hacer de los que entiende como ideas peligrosas una oración repetida hasta el hartazgo por las beatas del domingo por la noche...
Así, se robará la infancia a los niños de la pobreza, pero habrá una ley prohibiendo que trabajen, mostrando un cuidado que jamás existió. Así, las cárceles serán para rehabilitar y los hospicios para devolver la razón, pero la realidad enseña que la muerte se convierte allí en una buena salida del horror...
La necesidad se castiga como crimen, el delirio es tratado como peligro y la poesía se convierte en un pecado mortal...
El sinsentido, el absurdo y la crueldad gratuita organizan las relaciones, el tiempo y el espacio...
El lenguaje será objeto de un ataque directo, donde está escrito amor deberemos leer indiferencia...
¿En semejante mundo podrá la belleza ser sombra de su propia luz...?
¿Quién se detendrá un instante para acompañar el vuelo de las nubes...?

De allí en más el poder se limpia con sus manos de toda culpa, y más a fondo todavía, de cualquier responsabilidad dolosa; de lo que fue y sigue siendo su voluntad manifiesta, su visión de la realidad, sus intereses concretos y defendidos caiga quien caiga a la vera del camino. Así sea la mayor parte de la humanidad.
Es cierto que el discurso y las leyes cambian en sus formas hacia el bien. Ni siquiera un poder exacerbado se atreve a fustigar a viva voz las conductas humanísticas.
Sin embargo, ese bien permanece en el mundo de las ideas. Allí donde la belleza de las nubes y la dignidad intrínseca de los seres quedan tan lejos de las prácticas de los cuerpos, que los cuerpos se quejan sin su alma. Lo que fue tierra de humanidad, languidece, se seca,
igual que un rosal ahogado de pena entre los soles negros...

Conmovidos, exaltados por la belleza acariciamos las nubes, besamos el cielo, somos nuevamente criaturas del paraíso...
Soñamos, ¡oh, sí!, nos embarga el delirio más dulce, obra en nosotros el mejor consuelo, incluso frente a las calamidades de todos los días y la angustia permanente de la finitud...
Hasta que llega el grito... Ese grito a borbotones de una multitud de sufrientes -pobres de toda pobreza, perseguidos entre perseguidos-, hace del sueño de la belleza y las glorias celestes apenas unas hojas de papel de arroz en el medio de una tremenda hoguera...
Cenizas, cenizas... ¿Ese viento de mar, no se lleva las cenizas hacía las nubes...?

Vicente Zito Lema
Verano de 2009

Ensayo/Sloterdijk y Heidegger; Metáfora de la navegación, hiperpolítica y crítica del imaginario filoagrario- Por Adolfo Vásquez Rocca

Sloterdijk y Heidegger; Metáfora de la navegación, hiperpolítica y crítica del imaginario filoagrario[1].


por Dr. Adolfo Vásquez Rocca[2]
Universidad Andrés Bello – Universidad Complutense de Madrid

(para la Tecl@ Eñe)

1. Sloterdijk; En el mismo barco, ensayo sobre la hiperpolítica.

Peter Sloterdijk en su obra En el mismo barco; ensayo sobre la hiperpolítica presenta una teoría de lo que él llama los tres estadios históricos del género humano: paleopolítica, política clásica e hiperpolítica son presentados en un fresco histórico universal de formatos hegelianos, vale decir, como un gran relato que intenta dar cuenta de la unidad del devenir nato-cultural de la especie humana. Sloterdijk muestra grandes períodos de tiempo en narraciones sintéticas para plantear de un modo meridianamente claro el acontecimiento antropológico fundamental, a saber, el de la antropogénesis, que no es otro que el milagro de la creación del hombre por el hombre.

Es esencial para la comprensión de este ensayo que se siga la línea narrativa propuesta por Sloterdijk, que consiste, en principio, en no comenzar el relato histórico presuponiendo al hombre, sino aguardando el momento histórico de su nacimiento en el seno de las primitivas hordas El hombre, tal y como se conoce hoy, es un ser tardío surgido en el estadio histórico de la política clásica en la era de los grandes imperios; por ello: “resulta esencial a la paleopolítica que no presuponga al hombre, sino que lo genere”[3]. Pues el propósito de Sloterdijk es poner de manifiesto ante la conciencia contemporánea la cadena de innumerables generaciones que han elaborado el “potencial” genético y cultural de aquello que actualmente se denomina hombre[4].

La filosofía de Sloterdijk –una mixtura entre antropología, ontología, estética y politología– intenta dar cuenta del hombre como fracaso biológico a través del relato evolutivo del hombre como deriva biotécnica y biotecnológica. A partir de este gran relato –las tres figuras del animal político– se puede extraer, a grandes rasgos, el devenir histórico de las organizaciones políticas y sus particulares productos humanos. El planteamiento de Sloterdijk presenta la historia natural de la especie y la historia social de la domesticación humana, alineadas en un mismo relato coherente. Esto hace pensar que, para Sloterdijk, el último de los dualismos, la distinción entre naturaleza y cultura ha de ser eliminado. El hombre como animalitas fracasada es, fundamentalmente, lo indeterminado que transforma el medio en su mundo, y desde el cual adquiere una determinación relativa. En este sentido, lo que hay de natural en el hombre no pasa de ser una inadaptación y una vulnerabilidad, pero que paradojalmente si se quiere, le proporciona un momento de primigenia apertura por la que se desencadena la revolución antropogénica, esto es, su devenir un producto técnico, una unidad de naturaleza y cultura indistinta; unidad en la que se hace patente el predominio del factor histórico-cultural. El individuo –ilusión del occidente contractual burgués– lleva en sí las marcas del trato con lo humano, de la genialidad y creatividad de lo humano, también del fuego, dolor y desesperanza de lo humano. Es él, en todo punto, una borrosidad incapaz de autoconocimiento si no se miente a sí mismo, si no aplica sobre sí toda la fuerza coactiva de una mirada reduccionista. Según Sloterdijk ya en la remota vida de las hordas comienza para los hombres “una historia natural de lo que no es natural”[5]. La horda puede ser entendida como “la revolucionaria incubación de la antinaturalidad dentro de la propia naturaleza”. Según esto, la política de las primitivas hordas consiste en constituirse en “incubadoras de cría donde se prueba suerte con los más sorprendentes experimentos biológicos sobre la forma humana”.[6]
Las hordas proporcionaron, a partir de una relación ritual de cuerpos en movimiento, un lugar no sólo al hombre de la cultura superior en la era de los imperios de mirada panóptica, de dominio ocular –que hoy, al parecer, toca a su fin–, sino también un lugar prospectivo a aquella criatura reciente de la era industrial-burguesa llamada individuo. Sloterdijk concibe a las hordas como una suerte de islas flotantes o esferas animadas rodeadas por un invisible cerco de distanciamiento, que mantiene alejada de los cuerpos humanos la opresión de la vieja naturaleza. Con la protección de la horda, el homo sapiens puede convertirse en un ser que, de cara al exterior, evita el conflicto y, hacia el interior, alcanza el lujo.[7] Para Sloterdijk “las hordas están sujetas desde el interior por un efecto invernadero emocional, que amalgama a los miembros de la horda, a través del ritmo, la música, los rituales, el espíritu de rivalidad, los beneficios de la vigilancia y el lenguaje, en una especie de institución psicosocial total. En razón de todo esto, se puede concebir a la horda como la “incubadora de cría de la que ha surgido el homo sapiens[8], vale decir, como una primera empresa antropogénica o, dicho de otra manera, como una primitiva burbuja zoológica, previa al imperio, la polis, la civitas, el campo y el feudo, todas éstas, figuras tardías de la era de los grandes imperios y los campos labrados.

Para Sloterdijk en las hordas, y sólo en las hordas, pudo el homo sapiens convertirse en el marginado biológico que –hoy más que nunca– parece que es.[9] En ellas adviene el fenómeno del espacio interior de la comunidad como un primigenio “estar atento a sí mismo” de la horda como totalidad en contraposición a la naturaleza hostil. En este sentido, el proyecto de la paleopolítica viene a ser la obra de una comunidad humana de repetirse en las siguientes generaciones, tan sólo “por el amor a la vida animada”.[10]
Siguiendo el espíritu que anima el pensamiento político de Sloterdijk, el dictum quínico de Dieter Claessens: cultura non fecit saltus, (la cultura no hizo saltos), a mi juicio, divisa irónica del llamado “cinismo del saber”[11] de cuño contemporáneo, demasiado contemporáneo; permite articular, naturalmente, paleopolítica y política clásica.
El instrumento más poderoso en la era de los grandes imperios, en cuanto a la producción del hombre por el hombre, es la grafía en sus distintas expresiones. Ortografía, caligrafía, cartografía e iconografía entre otras, constituyen los elementos primordiales para la transformación a gran escala de grupos humanos relativamente dispersos, bandas nómades de cazadores-recolectores, en sistemas comunitarios de sedentarios animales políticos. Según esto, la política clásica tiene originalmente el mismo propósito que la paleopolítica, a saber, el de repetir el arte de la producción y preservación de hombres, pero en proporciones mayores. Su objetivo es formar un conjunto a gran escala de hombres cohesionados en torno a una esfera de cosas comunes.[12]
En este ámbito, Platón expresa del modo más certero en su obra Político (Politikón), el secreto empeño de las culturas superiores, esto es: la cuestión de cómo se podría educar al homo sapiens, un animal familiar y de horda, para que sea zoon politikón. Esta es la cuestión que se plantean los poseedores de las técnicas gráficas de todo orden, los disputadores de la Academia y del Liceo, los sabios de las cortes imperiales, los atletas de Estado entrenados en el arte del dominio. Para ellos grafein representa un instrumento civilizador de un potencial inimaginable. Esta tuvo que haber sido la íntima motivación que impulsó a Aristóteles a investigar acerca de las constituciones helenas. La constitución de Atenas es un trabajo de orientación histórica, práctica y positiva que debía servir a los miembros del Liceo como documento sistemático de las constituciones de hecho para, sobre esta base, hacer teoría política y elaborar leyes. El propósito es el de hacer del hombre un polites a partir de la politeia. En este sentido, para Sloterdijk, “el inolvidable axioma de la zoología platónico-aristotélica está encaminado a hacer surgir por principio al ser humano –que vive en pequeñas hordas– a partir del Estado, como si los seres humanos fueran poco más o menos que engendros de un único seno político, que produce reyes y artesanos en la misma camada”.[13] En este sentido, para Platón la política comienza con el traslado de la madre biológica a una madre metafórica, que reúne a los ciudadanos bajo el vínculo social del seno imaginario de la comunidad. El propio Estado es, por decirlo así, el seno más grande, él teje la imaginaria y psicoacústica envoltura que se extiende sobre toda la polis, como el espíritu común de la ciudad. La bola mágica y psicoacústica de la vieja y pequeña horda tiene que ser reproducida ahora en forma de esfera terrenal, de cosmos.[14]





Para Sloterdijk la verdad acerca de la forma del mundo a la que pusieron techo Platón y Aristóteles es, ni más ni menos, que también la ciudad y el imperio son figuras de la era agraria.[15] Platón definió la tarea del político como el arte del pastoreo de gregarios bípedos implumes sin cuernos (…y con uñas planas), en un impulso que llegó hasta el imaginario filosófico de Heidegger. Los motivos agrario-ontológicos se encuentran presentes en la definición fundamental de la esencia del poder en la era de la política clásica.[16] Quien domina a voluntad las imágenes agrarias, y elabora alegorías con ellas, domina la política clásica en los tiempos en que la agricultura, junto con la guerra, era el principal sustento y actividad de los asentamientos humanos en pueblos, ciudades e imperios.
Platón y Heidegger pueden ser considerados como el alfa y la omega del imaginario político de occidente, y su particular perspectiva antropogénica. Esta cuestión reclama ser entendida desde la contemporaneidad, para, en una mirada retrospectiva, lograr captar la medida temporal de milenios en la que ha tenido lugar ese ruido de sentido difuso llamado “hombre”. Para ello será fundamental una meditación de la tecnología que se resuma en la pregunta: ¿qué puede hacer del hombre la ciencia y la tecnología actual? Dado esto, se posiciona en el centro de la cuestión el debate teórico en torno a la eugenesia y la toma de conciencia sobre la posibilidad de la aplicación de toda ciencia al perfeccionamiento de la especie humana[17]. Para ello se esbozarán algunas ideas en torno al pensamiento filoagrario de Heidegger –entendiendo que el último de los filoagrarios es el último de los metafísicos–, como punto de dilación/inflexión entre política clásica e hiperpolítica, con el fin de dar cuenta sucintamente del camino que va desde las hordas paleopolíticas cerradas y compactas a las hordas hiperpolíticas abiertas y disgregadas, aquello que en la trilogía de las Esferas, con recurso a una bella metafórica, es el tránsito de burbujas, globos y espumas.


2. El pensamiento filoagrario de Heidegger.

La afirmación de Sloterdijk según la cual Heidegger es el último cerebro de la era agraria sienta la tesis directriz del presente artículo. Para Sloterdijk, Heidegger es el último metafísico de la vieja Europa, porque su pensamiento permanece totalmente vinculado al paradigma de un mundo en crecimiento tal y como es experimentado por un campesino. La concepción de un mundo en crecimiento comporta las ideas de productividad y progreso. Pero, ¿de qué producto y progreso se trata? El producto en cuestión es aquí, ante todo, el hombre mismo, y el progreso, su cometido de guardar el Ser y corresponderle como su pastor. Lo que hay en juego en todo esto es la expresión de un problema antiquísimo, a saber, el de la cría y domesticación del hombre por el hombre; un problema en el que han estado involucrados, por referirse sólo al gremio, todos los filósofos, y que podría denominarse como la disputa por la antropogénesis, esto es, la lucha encarnizada por obtener un derecho procreador y tutorial sobre el hombre, una gigantomakhia peri tou ántropou[18]. Es en razón del intento heideggereano de dilatar el imaginario de la era agraria del mundo que se puede barruntar el porqué de la aversión de Heidegger hacia la democracia, el capitalismo, el socialismo, el humanismo, la técnica y el industrialismo de la era hoy en curso, era que al fin se ha hecho cuestión de la crisis de la paternidad y del principio genealógico de la especie o de la criatura hombre.
Heidegger, haciendo gala de la aguda perspicacia del reaccionario, advierte la sociedad de la democracia liberal y capitalista como el fin definitivo de la comunidad en torno a la tierra. En este sentido la afirmación de Sloterdijk según la cual “Heidegger es el último cerebro de la era agraria”, trae consigo la concepción de la política clásica según la cual los hombres eran obras de hombres gestados en el seno de la comunidad, a la vez que unidos a la tierra por un cordón umbilical llamado tradición. En este proceso histórico de conservación del hombre por el hombre, la metafórica agraria concebía a cada nueva generación de hombres como el producto del orden y rotación inmemorial de siembras y cosechas.
En Heidegger no parecen haber motivos (o inspiraciones) extraagrarios. El hombre como pastor del ser impone todo un imaginario de resonancias bucólicas que actualmente es inviable. Hoy ya no hay escenarios para el pastoreo. El hombre del individualismo occidental contemporáneo ya no comulga con concepciones gregarias, es siempre antes que un pastor de lo que sea, el programador de su propia existencia. Tiende con constancia a constituirse invariablemente en un ser nuevo y último, vale decir, en un ejemplar único en su especie o en una criatura autopoiética; siempre y cuando no pertenezca a las multitudinarias masas desafiliadas y despreciadas por el tercio más rico del planeta.
A partir de este fenómeno contemporáneo, se hace imposible toda tradición que no sea la del legado de la técnica, por lo cual las vías de heredación se tornan unilaterales. Mediante la técnica las generaciones en proceso de gestación tienden a elevar sus niveles de lujo y confort. La técnica sería el único elemento de traspaso que ha perdurado con una continuidad ascendente desde el surgimiento de las culturas superiores, hace cuatro o cinco mil años, hasta hoy. Sin embargo, en opinión de Sloterdijk, la labor humana de mayor relevancia, y no sólo por su factura técnica, se forjó en el período más antiguo y nebuloso de la especie, específicamente, en la milenaria vida de las hordas, momento en el que se hace posible por primera vez la generación de hombres por parte de hombres, a saber, la antropogénesis. A este gesto grupal y psicosocial de la horda, Sloterdijk lo califica como paleopolítica, esto es, “el milagro de la repetición del hombre por el hombre”.[19] La antropogénesis sería, entonces, el legado más antiguo de toda tradición humana, y quizás también la función primordial a la que estuvo, alguna vez, ordenado el legado completo de la técnica.
Desde esta perspectiva, la gestación del hombre en sentido heideggereano se realizaría en óptimas condiciones cuando éste es un fruto del campo de labranza de la comunidad. El producto de la comunidad es comunidad misma, su propia supervivencia, no el individuo. El uso y conocimiento de los ciclos agrarios, de la tierra y el cielo por parte de un campesino, comunican la figura de la comunidad agraria como especie de esfera que tiende, según sus deseos de prosperidad, a aumentar su diámetro, vale decir, a expresar mayores niveles de cohesión social. Según esto, la rotatividad de la supervivencia campesina expresada en los ciclos agrarios, ya desde los primeros asentamientos de ex tribus nómades, proporciona la imaginaria fuerza física (generadora y motriz a la vez) para vincular cohesionadamente grandes grupos de un modo progresivo hasta formar un conjunto a gran escala llamado pueblo, nación, Estado, sociedad, comunidad. Claramente en esto se muestra la supervivencia de ciertos elementos del espíritu de las primitivas hordas, sobretodo en su carácter de esfera móvil vinculante en función de determinada cosa-pública, cuestión que, dicho sea de paso, expresa una suerte de consenso primigenio, un primer sentido común que consistiría en incubar seres humanos o “aquello próximo vulnerable que requiere ser integrado a la orgánica de la incubadora”.
Así, pues, desde la perspectiva de la domesticación humana, el peligroso “estado fuera” de la horda, la naturaleza cruel y salvaje ante la cual la horda actuaba como esfera morfo-inmunológica en la generación de un espacio intimo comunitario con recurso a música y lenguaje ritual, se convierte paulatinamente en un “dentro” desde la era agraria, pero un “dentro” mediatizado, esto es, hominizado por un dominio calculado, a través de la construcción –primero espontánea, pero después planificad– de habitáculos para el asentamiento definitivo y la expansión a partir de un centro geográficamente imaginario. Por contraste a esta concepción de la cría de hombres agraria, Heidegger vería la zona de gestación contemporánea de hombres por parte de hombres más como un invernadero que como un campo, un huerto o un jardín.
En un invernadero aumenta por fuerza la manipulación y la artificialidad, ya no hay los ciclos de la naturaleza a los que se ajusta el campesino. En cambio, se generan artificialmente condiciones de producción de hombres. El hombre ya no es un fruto de la condición natural, dada, de la tierra. La gestación de hombres ya no es un trabajo de consuno entre la comunidad y la naturaleza, por el cual el hombre era un derivado de ambas. En este mismo sentido, en el comienzo de las culturas superiores, el hombre se separa de la vieja naturaleza gestora de las primitivas hordas para introducir un segundo elemento gestor propio de la era agraria: el hombre mismo, que idealmente se complementa al trabajo de la naturaleza, pero que comienza a ganar dominio en los centros urbanos de los imperios antiguos, donde se forma a una minoría selecta en el arte del saber mandar, y que culmina en una secesión respecto de la vieja naturaleza, que da lugar a la actual secesión de los hombres respecto de los hombres, por lo cual la condición actual del hombre deviene en la del exilio de la tierra y la de la extrañeza de sus semejantes: hoy el hombre se ha retirado de sus tradicionales sistemas productores.
Una mentalidad agraria está asentada en el paradigma según el cual el mundo está en crecimiento tal y como lo experimenta un campesino.[20] La hermenéutica misma es una ciencia de la gestación. El célebre círculo hermenéutico puede ser la expresión ontológica de los ciclos agrarios conocidos por el campesino. Una ejemplificación simple de los ciclos de cultivo de la tierra puede ser la siguiente: se comienza por un período de siembra, después se aguarda la lluvia temprana y la tardía, a esto le sigue la espera del producto de la tierra, si la tierra de suyo lleva fruto, se termina en el tiempo de la siega y el acopio de recursos para los días duros de la próxima siembra, a la vez que como resguardo ante una posible esterilidad de la tierra, todo en la inminencia de iniciar un próximo ciclo. Hay en todo esto la expresión de una suerte de inmanencia de la naturaleza.
El ciclo agrario, recién expuesto, se relaciona con sus mismos productos de un modo sistémico. La hermenéutica es un valorar a las cosas a partir de los valores que ellas mismas destilan, esto es a lo que comúnmente se llama círculo hermenéutico, pero que un campesino podría llamar, sin forzar el concepto, ciclo agrario. Parece haber un paralelo entre el contexto incubador, y cíclico de la tierra, con el contexto cultural, y circular, de, por ejemplo, una obra de arte. En este sentido, la hermenéutica no hace más que adherirse al contexto cultural inmanente que los mismos objetos de interpretación constituyen. De este modo, lugares naturales y lugares culturales hallan su cohesión, supervivencia biológica y supervivencia espiritual tienen un método propio que asegura a los hombres un refugio ante el nihilismo de la modernidad. Por ello, en base a lo anterior, me atrevo a afirmar que toda la hermenéutica heideggeriana descansa en su mentalidad agraria; lo cual, por otra parte, está en íntima relación con su circunstancial adherencia al nazismo, cuyo ideal ideológico de pueblo endogámico no escapó a las figuras circulares en el escenario de la tierra.
Con ocasión de este último comentario me permito hacer un breve excurso acerca de los totalitarismos políticos que sirve para ejemplificar algunas cosas de lo hasta aquí dicho. Para Sloterdijk, entre el mundo de la época agraria y el mundo de la era industrial –y esto es típico de las pausas entre épocas– los psicópatas, haciendo el papel de impulsores del Estado, tienen la oportunidad de organizar confusiones colectivas.[21] El nacionalsocialismo alemán[22] y el socialismo soviético, así como sus derivados a lo ancho del planeta, son claramente compulsiones megalomaníacas individuales que derivan en una psicopatología colectiva, que a su vez conduce a la instauración de un sistema de locura. Según Sloterdijk ambos movimientos son errores de formato, grandes experimentos fallidos, falsas proyecciones de lo pequeño en lo grande, en los que se dilatan largamente muchas de las categorías de la era agraria del mundo, que ya no tienen asidero en la realidad actual. Específicamente, usando la terminología de Sloterdijk en Esferas, se dilatan nociones globales y no espumeantes del mundo, esto es, imágenes céntricas y no policéntricas del poder. Según mi parecer el error de formato de los totalitarismos políticos podría ser caracterizado también como una dinámica global concéntrica del poder que responde a una vigilancia de tipo panóptico que hoy se torna ineficiente en la era del terrorismo y el capitalismo espumeante. La bendición imperial papal urbi et orbe se hizo definitivamente inocua desde el fracaso de los modelos de planificación central nazi y soviético. Una reflexión más detenida sobre modelos céntricos y circulares del poder clásico en política y religión podrá aportar luces acerca de las dinámicas contemporáneas del poder político: una era en la que, por ejemplo, el centro ocular de vigilancia está en órbita en puntos estratégicos del hiperespacio.
Sin embargo, la circularidad de la hermenéutica heideggereana no es una al modo de las metafísicas clásicas que tenían el círculo por la figura del viaje del alma, un alma en posesión del boleto de ida y vuelta de la causa final. El dinamismo circular de la salvación ontoteológica tradicional es una muestra de negación del mundo tal y como lo conocemos para obtener de este modo una nueva y perpetua morada sobrenatural. Heidegger más bien nos invita a ver y, principalmente, a oír circunspectivamente el mundo en tanto seres arrojados entre las cosas, a atender a nuestro trato cotidiano con los entes, en un sentido eminentemente existencial. Para Sloterdijk, Heidegger nos llama a tener en cuenta lo más inmediato, pues proyecta el arte de la banalidad hasta las alturas del concepto explícito. En mi opinión, el alegato de la introducción de Ser y Tiempo por retrotraer la pregunta por el sentido del Ser, es una defensa en contra de la trivialización de lo trivial. Por el contrario, Heidegger presenta una ontología de la existencia del ser que “tiene que ser”, lo cual, entre otras cosas, da lugar a una conceptualización de la vida cotidiana. En Crítica de la razón cínica dice Sloterdijk: “la ontología existencial que trata del Man y del Dasein intenta algo que a la filosofía primera no se le había ocurrido ni en sueños: el hacer de la trivialidad un objeto de alta teoría”[23][…] “Sólo así ella piensa más allá del bien y del mal y más acá de la metafísica. Sólo sobre esta delgada línea puede moverse”[24] Esto es lo que se podría llamar, según mí parecer, ontología circunspectiva de la trivialidad: el intento heideggereano de hacer del hombre un ser ex-céntrico y ex-tático volcado sobre el mundo. Así, la filosofía de la existencia heideggeriana deviene desde la unidad acústica del in der Welt Sein hasta la triplicidad acústica sloterdijkiana del in der Sphären Sein; de la circunspección del mundo a la circunspección en diversas conformaciones de espacios habitables. Ambos apuntan a lo mismo: ante el actual “estado de cosas” el hombre está llamado a amar el silencio y la atención auditiva in media res, a asumir que puede ser propiamente un fenomenólogo y hermeneuta del habla y de la escucha, pero en el ruido y borrosidad de su propia existencia, sociedad y cultura; no en medio de una escena pastoril que dada la naturaleza de la negatividad actual más parece una manía demiúrgica que un proyecto antropológico viable.





Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Marzo 2009

Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
[1] Artículo que forma parte del Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008. 221 páginas I.S.B.N.: 978-84-7822-523-1 / Dr. Adolfo Vásquez Rocca - http://red.enfocarte.com/articulo_detalle.php?idarticulo=481
[2] Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
[3] SLOTERDIJK, Peter, En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p, 24.
[4] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Peter Sloterdijk y Nietzsche; De las antropotecnias al discurso del posthumanismo y el advenimiento
del super-hombre” en PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 3, 2006., Buenos Aires.
[5] SLOTERDIJK, Peter, En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p. 28.
[6] Ibid, p, 28.
[7] Ibid, p 26.
[8] Dieter Claessens. Das Konkrete und das Abstrakte. Soziologische Skizzen zur Anthropologie. Frankfurt am Main, 1985, p 145.
[9] Peter Sloterdijk. En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p 28.
[10] Ibid, p 31-36.
[11] Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, Editorial Siruela, Madrid, 2003.
[12] Ibid, p 38.
[13] Ibid, p 45.
[14] Ibid, p 46.
[15] Ibid, p 50.
[16] Ibid, p 50.
[17] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Peter Sloterdijk y Nietzsche; De las antropotecnias al discurso del posthumanismo y el advenimiento
del super-hombre” en PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 3, 2006., Buenos Aires.
[18] Paráfrasis del dictum de El Sofista de Platón según la cual la filosofía ha sido una “lucha de gigantes en torno a la ousía”.
[19] Ibid, p 25.
[20] Peter Sloterdijk. En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p 50.
[21] Ibid, p 90.
[22] Ver VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Sloterdijk y Canetti; El detonante iconográfico y operístico de la política de masas ", en NÓMADAS
Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Universidad Complutense de Madrid, No 15 Enero-
Junio 2007, pp. 201-214

[23] Peter Sloterdijk. Crítica de la razón cínica. Editorial Taurus, Madrid 1989, p 261.
[24] Ibid, p 262.

Entrevista a Gabo Ferro - Por Conrado Yasenza

Entrevista a Gabo Ferro.
El músico, el historiador y los lazos del destino.

Foto: Natalia Ferretti

Gabo Ferro es un ser que nos conecta, a través de su palabra-voz, con una inquietante belleza de significaciones poéticas. Porque lo que ocurre con él es que la creación se manifiesta en un proceso donde el lenguaje es indisociable de la conciencia de una expresión que conlleva una práctica: Dirá Gabo: Entretener y militar. Y su militancia es un humanismo que combina, en absoluta armonía, el lenguaje musical con el universo de las palabras y sus sentidos.
Ahora sí puedo precisar que Gabo (Gabriel) Ferro es músico e historiador, y quizás con estos datos sólo esté precisando un fragmento del riquísimo y vasto universo del ser que responde a una trayectoria que surge a la vida pública en los años noventa al frente de una banda de hard rock llamada Porco, para luego sumergirse en un ostracismo musical de siete años durante los cuales estudió historia y logró un doctorado con su tesis “Barbarie y civilización: sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas”
Tal vez por el aprendizaje que supone distanciarse de la lógica de los mercados de la música para independizarse y tomar las riendas de su destino, es que esta entrevista intente bucear en el pensamiento de un creador para el cual el desarrollo histórico forma parte de la construcción de sentidos de la vida. En fin, realidad, música y poesía.

Por Conrado Yasenza


- ¿Cómo se articula la labor del historiador con la del músico?

- Si pensara en una articulación estaría admitiendo la existencia de dos cuerpos en uno y no funciona así en este caso. Abordo la escritura de un ensayo o la de una canción con el mismo nervio y con los mismos instrumentos vengan del campo que vengan. No se excluyen ni las excluyo. Por ejemplo, la técnica instrumental de la guitarra sirve poco y nada para escribir un ensayo historiográfico sobre el Higienismo pero, creo yo, tiene un efecto secundario en ciertos momentos de cualquier escritura. Así mismo, para la composición de una canción el ejercicio historiográfico me ha dado cierta gimnasia para el abordaje de una misma cosa desde diferentes perspectivas. Y así otras tantas cuestiones; todo se nutre de todo sin importar su origen tanto sea académico o “profano”.

- ¿Cuál es su visión sobre la actualidad política del país y su proyección a futuro?

- Desde el grado 0 no me gusta este gobierno. Nunca tomé en serio siquiera la candidatura de alguien que no se somete al debate político. No es inocente que alguien elija no probar su discurso y su proyecto político a la lucha reflexiva y crítica con un otro u otros opositores. Sin debate no hay democracia, hay solo conveniencia de partes, negocio. La democracia no debe tener una voz única no solo para el oficialismo sino tampoco para la oposición, y además, esta última se viene en nuestro caso definiendo como un negativo del oficialismo, cosa triste pues solo existe porque existe el objeto – o sujeto - que ataca. Esta situación no deja más que una democracia aparente, una no-democracia en definitiva. Sumando a este escenario que el poder político está subsumido al poder económico - y todo a su vez en “armonía” con la sinfonía de la globalización y el pos pos pos modernismo - la necesidad de un nuevo grupo de actores políticos realmente independiente es fundamental para la supervivencia y reformulación de una democracia nueva y original para este momento y lugar históricos. De aquí que crea que diciembre de 2001 está en Stand-by y ya algún gesto a destiempo lo destrabará nuevamente sin dudas.



- ¿Cree Usted que existe una suerte de banalización de la vida en general? Quiero decir, se banalizan los discursos cotidianos, las discursividades de los medios masivos ( entre ellas, se banaliza el deseo y el erotismo)

- Los valores históricos que han constituido esta sociedad como buena se vienen devaluando desde los tiempos de la misma revolución industrial. Entre tantas cosas las relaciones interpersonales, laborales, de pareja, la política, la democracia, el compromiso con las ideas y las cosas, hasta las ideas y la materia mismas se han abaratado y ciertas cuestiones, esenciales en algún momento, hoy son tomadas como de poca importancia y en muchos casos lo superficial ha devenido como lo importante. Los medios masivos de comunicación mal manejados vienen formando y conformando ya no solo opinión, sino “humanidad” y hasta ciudadanía misma. Una persona comprometida con la política (sea cual sea; de clase, de raza, de género, etc.) es para el individuo medio una especie de estúpido demodé o fanático irresponsable, cualquiera de las dos figuras – entre tantas otras – que operan colocando a estos sujetos en el lugar del “anormal” anulando así su discurso.

- ¿Que opina de la vinculación entre arte política? (comprendiendo dentro de la noción de arte a la literatura, la música, el arte gráfico, etc.)

- No entiendo el arte sino es militante pero atención, no me refiero a una militancia político-partidaria – esta le ha hecho en general bastante mal al arte – sino a las políticas urgentes propias de cada espacio y cada tiempo en los cuales el artista imagina y crea su obra.

- ¿Cree Usted en la idea de que la creación literaria se vincula con la exploración de los márgenes de la vida y la existencia?

- Puede, como no, dependiendo de la subjetividad del autor desde ya. Hay obras que no han buceado ni en las profundidades ni en los márgenes del Ser y no sólo aportan a la historia de la cultura sino que tienen un valor importante para la literatura de su tiempo.

Foto: Majo Zubillaga
- Desde su punto de vista, ¿cuál es la relación entre la palabra escrita y el lenguaje musical?

- Es una de las sociedades perfectas, dos lenguajes que se potencian si trabajan juntos. Dos “idiomas” que deberían complementarse para decir algo que no puede ser dicho de ese modo por una sola de las partes. Esto se ha reflejado claramente cuando ingresaron para el análisis literario en las clases de literatura en la escuela secundaria las letras de las canciones de Charly y Spinetta. Esas letras son solo una parte del cuerpo de un discurso, no el discurso mismo. De allí que no deberíamos poner en pie de igualdad una letra de canción frente a un poema o un cuento. La letra de una canción es una parte de un mensaje; no el mensaje mismo.

- ¿Y cómo observa el panorama de la creación y difusión de la poesía en la actualidad?


- La creación es mucha y la difusión es poca. Hay cantidades de poetas regulares, buenos y buenísimos pero las editoriales – las tradicionales encargadas en difundir la poesía y otros géneros – no ven en esta un negocio y por tanto no la difunden. En mayoría hay ensayistas estrella, novelistas estrella pero no poetas estrella y esto toca directamente en la difusión de la poesía y las y los poetas. Luego hay otros medios que aportan difusión pero allí enfrentamos los límites propios de cada uno de estos campos como la Web por ejemplo.
- Con relación a la irrupción de la Web, ¿cómo observa el fenómeno de Internet y su relación con la literatura y la música?

- Como apuntaba más arriba, como otro soporte para la difusión con sus aciertos, desaciertos y conflictos sobre todo la supuesta “gratuidad” y el supuesto “libre acceso” a ciertos escritos y a cierta música. Uso comillas pues estas fantasías montadas a la existencia de una comunidad virtual “total” que tiene computadora, celulares y otros dispositivos para acceder a Internet – junto a la capacidad para acceder a la Web - se acotan seriamente frente a la población real y la problemática del mismo mundo que las contiene. Desde luego no puede negarse esta “virtualidad”, pero tampoco puede negarse la realidad. No son dos mundos excluyentes; ni siquiera son dos mundos. Tomémosle el peso justo a la cosa. La Web aparece como apareció alguna vez la prensa frente al libro, como un cambio en los tiempos de producción, edición y circulación, ni más ni menos. Pero ciertas empresas - y músicos y escritores - se volcaron con todo a la Red apenas editando algo en hard copy – los que todavía lo hacen - para sobrevivir mientras maquinan como “mudarse” a la virtualidad pues el negocio o las nuevas tendencias estarían por allí. Hay que resistir la sensación de que el mundo virtual ha devenido el mundo real.

- ¿Cuál es a su entender la diferencia, si la hay, entre información y conocimiento?

- Entiendo a la información como un ingrediente más para producir conocimiento. La información puede ser desde el resultado de un conocimiento pero también un dato suelto. Si bien ambas comprometen al hombre, el conocimiento lo involucra de manera más significativa, la información puede inquietar pero el conocimiento conlleva la facultad de la revolución.

- Para finalizar, desde su percepción, ¿cuál es la función de la música?
Entretener y militar


Por Conrado Yasenza


Febrero 2009

Zona de Clivaje/La palabra está podrida - Por Araceli Otamendi

La palabra está podrida

por Araceli Otamendi*
(para La Tecl@ Eñe)






La palabra está podrida: esperemos que no . Títulé así esta nota para la Tecla Eñe, revista que me invitó a escribir un artículo con una frase que leí en un libro, Conversaciones con Gilles Deleuze.
¿Mercado vs. Academia? ¿escritores vs. Mercenarios? No lo sé.
Intuyo cada vez más que quienes escribimos vamos hacia la interactividad con los lectores. En un artículo que escribí y publiqué hace algunos años ya trataba este tema sobre la interactividad con los lectores . Lo reproduzco más abajo.
La historia del libro tiene ya algunos años. También escribí sobre esa historia en otro artículo que acompaño. La historia del libro es algo continuo. Mientras haya escritores habrá libro. ¿En qué soporte o formato? Seguramente se publicará y leerá en varios formatos. Hoy no se puede decir que leamos en rollos. Los niños y jóvenes y también adultos leen mucho en pantalla, buscan información por Internet, publican en este soporte que parece ser el del presente y la tendencia al futuro.
La necesidad de escribir y de expresarse es muchísima, cada vez más es la gente que escribe sin poder llamar a cada uno que escribe “escritor”.
Hay una gran transformación cultural que vino que la mano de Internet. Hoy no solemos buscar información en nuestras enciclopedias encuadernadas en cuero – como yo misma tengo una en la biblioteca y consulto de cuando en cuando – sino en Internet porque pensamos que están más actualizadas y seguramente tendremos razón porque la actualización de la información es permanente. Existen algunos obstáculos en cuanto a la selección de la información y a su jerarquización, para lo cual son necesarios algunos conocimientos previos.
Deleuze se refiere a la “secundarización del libro” cuando bajo la máscara de la promoción mercantil se edita como libro algo que no tenía en principio esa finalidad. Porque hoy “todo el mundo tiene un libro dentro (y se siente como si lo llevase) a poco que tenga un empleo, o simplemente una familia, un padre enfermo, un jefe abusivo”. “ Se ha olvidado que la literatura implica, para todo el mundo, una búsqueda y un trabajo muy especial, una intención creadora específica que sólo puede tener lugar en la propia literatura, que no se encarga para nada de recibir los residuos directos de las actividades o intenciones de otra naturaleza.”.
Cuando voy al supermercado a comprar – comida – me encuentro con un anaquel donde se exhiben libros. Casi siempre me detengo ahí, a mirar los títulos y a veces a hojearlos. Hay mucho de autoayuda, libros infantiles, algunas novelas. ¿Pensó el autor, la autora que se iba a llenar tanto los bolsillos cuando escribía el libro? ¿qué dejó de decir? ¿a quienes defendió y a quiénes defenestró mientras lo escribía?
Me da no sé qué que un producto del intelecto se exhiba como cualquier mercadería. Prefiero pensar en qué voy a comprar cuando voy a una librería y tengo tiempo para abrir el libro, hojearlo, leer algunas de sus páginas, sin el apuro, las luces, la música y el tin-tin de las cajas registradoras.
Hace años que escribo y publico, y hace siete años que dirijo y edito una revista en Internet: Archivos del Sur. No tiene publicidad, no tiene subsidios, ni patrocinios. No gano dinero con ella. Pero la revista es leida por muchos lectores en muchos países de América, Europa, Asia y Oceanía. No me preocupa: toda la literatura mexicana del siglo XIX descansa prácticamente en los periódicos. Y aquí hay una contradicción porque la historia de la literatura de México se ha hecho a partir de las obras editadas como libros (1).
Acerca de otras artes leí recientemente que el disco “se ha terminado” (entrevista a Charles Aznavour) (2) y “he terminado con el cine como formato” (David Lynch, Atrapa el pez dorado) (3).
Creo que lo importante en la literatura son los lectores y los escritores, independientemente del soporte donde estén los textos publicados.

1. Conversaciones con Roger Chartier, Cultura escrita, literatura e historia, Fondo de Cultura Económica

2. Entrevista a Charles Aznavour por Rocío García, publicada en el Suplemento Babelia del diario El País de España el 7-2-2009

3. David Lynch, Atrapa el pez dorado, Mondadori

Gilles Deleuze, Conversaciones, Editorial PRE-TEXTOS
Araceli Otamendi, Breve Historia del Libro:
http://www.quadernsdigitals.net/index.php?accionMenu=secciones.VisualizaArticuloSeccionIU.visualiza&proyecto_id=2&articuloSeccion_id=8193

Araceli Otamendi, Desacralización de la literatura e interactividad con los lectores, una tendencia que aumenta

http://www.quadernsdigitals.net/index.php?accionMenu=secciones.VisualizaArticuloSeccionIU.visualiza&proyecto_id=2&articuloSeccion_id=221
© Araceli Otamendi – febrero de 2009
*Escritora y Periodista

Zona Crítica/La política o la mala de la película

La política o la mala de la película

por Estela Calvo*

(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Kenti
Cuando aprendemos a hablar, repetimos lo que el otro dice, nos identificamos al nombre que nos da y adoptamos las cualidades y los defectos que nos atribuye. Acceder al lenguaje nos hace sujetos, pero eso, que es nuestro mayor logro, al mismo tiempo nos esclaviza. Nos abre la puerta al mundo humano y a la vez, nos aliena. Allí donde está lo que nos salva se encuentra exactamente lo que nos condena. Para asumir a fondo la libertad que el lenguaje nos promete tendremos que pagar el precio de emprender el denodado esfuerzo de separar la paja del trigo, lo propio de lo ajeno, lo liberador de lo alienante, lo que nos hace sujetos de lo que nos vuelve meros repetidores de discursos ajenos, ejecutores de estrategias que se definen en otra parte, relatores incautos de historias que no nos pertenecen, mariscales de campo de guerras en las que no se defienden nuestras posiciones. Y ese trabajo no se nos ahorra hasta el final de nuestros días. A cada minuto podemos liberarnos y a cada minuto podemos alienarnos. No estamos a salvo, nunca.

Claro que, en buena medida, tendemos a dar por concluida la tarea, a sentirnos satisfechos con lo que pensamos, sin tener que volver a revisarlo. Normalmente nos instalamos en un discurso, nos sentimos representados por ciertos dichos y no por otros y nos ahorramos parte del trabajo. Muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta de estar inscriptos en un discurso determinado. Otras veces lo advertimos y lo sostenemos concientemente y sólo nos alertamos cuando algo nos empieza a incomodar: porque empezamos a sentir que estamos cayendo en un dogmatismo, porque lo que creímos que nos representaba ya no lo hace más, porque algunos hechos, vivencias, experiencias, comienzan a cambiarnos las ideas que teníamos sobre algunas cosas o, simplemente, porque el discurso dominante empieza a rumbear para otro lado….
Porque además, cada época construye su discurso dominante, que cada sujeto siente más o menos como propio o que no lo representa en lo más mínimo. Puede ser un discurso religioso, científico, periodístico, económico, político, de derecha o de izquierda. Puede que sea explícito, abierto, definido o subrepticiamente colocado como “la verdad” y negado como “un discurso”.

Así las cosas, en este momento parece predominar entre nosotros, al abrigo de los medios o en buena medida producido por estos, un discurso, que podemos catalogar de derecha (el individuo por sobre la comunidad, el derecho a la propiedad por sobre todos los demás, la seguridad por sobre la distribución, el combate de los efectos por sobre la búsqueda de las causas) que utiliza mecanismos que vale la pena tratar de identificar.

Una de las formas de dominación de ese discurso es la apropiación de otros discursos; la utilización de palabras, dichos, conceptos y referentes para imponer cuestiones políticas o ideológicas de signo opuesto. Ejemplo acabado de ello fue el uso de la palabra pueblo en toda la movida anti- retenciones que sustentaron los dueños de la tierra y del capital sojero (poder económico) y que fueron acompañados, ciertamente, por quienes se incluían legítimamente en la representación pueblo. Dentro de ese mismo proceso se puede contar también la apropiación de la calle, espacio legítimo de expresión de las clases populares a través de la historia y que los sectores ligados al poder económico descubrieron y tomaron casi con delectación .

Pero quizás la más grandiosa y eficaz forma de apropiación que viene sustentándose desde hace años es la descalificación del discurso político. La sistemática y brutal descalificación del discurso político. De la política y de los políticos. No es que desde el campo de la política no se hayan hecho y se sigan cometiendo toda clase de aberraciones que generen un bien ganado repudio. Pero una cosa es defenestrar a aquellos políticos corruptos, venales, dependientes de poderes económicos diversos, que traicionan las causas populares que dicen representar y otra muy distinta es atentar contra la política. Ese deslizamiento no es inocente. El campo político posee una lógica relativamente autónoma, una serie de instancias y procedimientos, que impiden o morigeran las reacciones inmediatas propuestas por las pasiones individuales o de grupos, las apetencias de sector, las urgencias o las pretensiones de respuestas inmediatas a los problemas propios que, obviamente, con total facilidad se suponen únicos o prioritarios y se declaman sin ningún análisis, ninguna búsqueda de conocimiento, ninguna consideración del conjunto. El campo político, por muy devastado que se encuentre, introduce reglas, códigos, discusión, pensamiento, comparación, argumentos, mediatez, tiempo.

Y ni siquiera es lo más importante. Defenestrar la política es una estrategia de fragmentación social que impide a un pueblo constituirse en mayoría, generar un proyecto nacional, participar en la toma de decisiones, construir poder, lograr hegemonía política. ¿Estrategia de quién? De grupos de poder económico locales y extranjeros, asociados a sectores políticos y propietarios de los medios masivos de comunicación que compran o cooptan a buena parte del periodismo. Pero más allá de las decisiones, las alianzas, los pactos, incluso las guerras que se ejecutan para imponer rumbos afines a sus intereses, hay un punto en el cual el discurso del mercado comienza a funcionar solo, siguiendo su propia lógica. Por su parte, la política es la herramienta privilegiada que un pueblo tiene para modificar su realidad, para decidir qué destino quiere alcanzar y qué caminos recorrer. Al destituir esa herramienta, al destruir la posibilidad de conformar una mayoría, se establecen grupos minoritarios que sólo verán su propia parcialidad, elevando su problema a la categoría de tragedia universal. Minorías que no pueden reconocer la relatividad de algunas posiciones, que no consienten en incluirse en proyectos de transformación social de cara al futuro; que se encierran en posiciones sectarias, individualistas y desesperanzadas que llevan a la desorientación, al desencuentro, a la desconfianza y a la tristeza. Como dijera Arturo Jauretche: “El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen...” “Nada grande se puede hacer con la tristeza”.

La fragmentación, el aislamiento, se imponen incluso como forma discursiva. Se promueve el insulto, el oposicionismo acrítico, totalizador, sin análisis, sin la instancia de la discriminación, esencial para el pensamiento, que implica poder decir “esto sirve; esto no”. Se promueve el repudio, el rechazo del otro y de todo lo que venga de él; todo enunciado se produce desde la negatividad. El aislamiento como forma discursiva lleva a que puedan decirse cosas absolutamente contradictorias sin que se produzca ningún cortocircuito en quien las escucha.

Un caso emblemático del discurso descalificador de la política es la idea de que es mejor votar y confiarle la gestión de gobierno -de una ciudad, provincia, etc.- a los empresarios. Un poderoso imaginario sostiene que, al no provenir del campo de la política los empresarios no tienen los vicios que se les imputa a los políticos, que no son corruptos, que podrán llevar al éxito la gestión de que se trate como lo han hecho con sus negocios, que, dado que ya tienen plata, “no van a necesitar robar” (¡!). No hay pregunta por los modos de apropiación de sus fortunas ni por la ética con la cual llevaron a cabo sus empresas. ¿La ética? como el objetivo del empresario es ganar dinero, todo lo que haga en función de la ganancia es correcto, y el límite a su accionar, en todo caso, le debe ser impuesto desde afuera, por el control del Estado. Entonces, no se discute cual debe ser la ética de la actividad empresarial, n siquiera se supone que deba existir, pero sí se la exige al campo político. Claro está que, si éste va a ser mejor conducido por empresarios… ¿cuál será la ética que aporten los empresarios a la política? ¿se puede desplegar una ética del dinero a cualquier costo en una actividad y del bien común en otra? La dimensión ética impondría una auto-limitación en la elección de los medios en relación a los fines lucrativos… Y aunque sobran los ejemplos en los que sectores empresariales no reparan en las consecuencias que sus actos tendrán para el Estado, la Nación, el medio ambiente, la gente, el pueblo, no hay, sin embargo, una condena social sobre esos hechos. Que no haya corrupción en una sociedad parece depender totalmente del control –y por ende del campo político- y nada de la propia posición ética subjetiva, con todo lo que ello implica en costo de elaboración personal y colectiva

Este modo de pensar, este discurso de la descalificación, es fuertemente sostenido por la corporación mediática, que crea una realidad -acomodada a los intereses económicos de los cuales depende y que necesitan la destrucción o por lo menos la neutralización de la potencialidad de la acción política-, para lo cual genera constantes declaraciones de “peste” y abona la cultura del “naufragio” que promueve la idea de estar siempre en situación de emergencia, lo que permite la toma de medidas excepcionales y la alteración de la escala de valores sociales. La emergencia habilita a salirse del cauce de las regulaciones trabajosamente construidas desde lo social y lo político.

Sin embargo, tampoco la acción de la prensa, en especial de la televisión, aparece cuestionada, y es también escasa la interrogación sobre su ética. Y desde una cierta impunidad, no cesa de mostrar y generar desconfianza, hostilidad, agresión; de confirmar, todo el tiempo, que la política es la “mala de la película¨, no sea cosa de que nos avivemos de su capacidad transformadora y empecemos a descubrir la posibilidad de encontrarnos, a vernos como sujeto colectivo, a construir el poder que necesitamos para cambiar las cosas.

Referencias: “La sociedad fragmentada” de Alberto Binder, en Mario Rovere, Redes en salud; los grupos, las instituciones la comunidad, El Agora, 2006.
*Psicoanalista y dramaturga